Mi entrevista soñada. El hombre que, de niña, me hizo soñar con su cine. Brillante, magnífico conversador, reacio a la exposición mediática y con esa normalidad del vecino al que le puedes pedir sal.

El aventurero por excelencia. Nunca ha sido un derroche de simpatía, siempre ha demostrado ser  un experto en manejar la cordialidad. Un poco seco, correcto en el trato y con una voz que te deja en blanco.

Mi primera entrevista con catorce años. Amigo en la distancia, ha logrado lo que muchos no se atreven ni a soñar. Exigente, perfeccionista, un poco maniático y con un ansia de trabajo infinita.

El profesional por excelencia. Educado, exigente, agradecido, puntual. Su carrera es envidiable, su fama universal y su poder en Hollywood ya nadie lo discute.

Nadie inspira la calma como él. Sin ser perfecto de facciones, su atractivo es irresistible. Posee un especial habilidad para fascinar a quien tiene delante.

Es uno de los hombres de mi vida. Y se lo dije un día. Su reacción me la quedo para mí. No se olvidó nunca de esa confidencia.

Su grandeza en el escenario se convierte en timidez en la distancia corta. Ajeno a las leyendas que circulaban sobre él, Jackson me despertó ternura y una ansiosa necesidad de cariño.

El hombre vivo más sexy. Divertido, espontáneo, cercano. Iba para periodista y desde su 1´90 de estatura ve la vida con la ilusión de un principiante.

Un debilidad indisimulada. Nunca decepciona. Sensato, atinado en sus discursos e, incluso, en la autocrítica. Ser tan autentico y no conocer la vanidad es lo que le hace especial.

Amiga, con todo lo que significa esa palabra. La sensación eterna de retomar la conversación en el punto que la dejamos en el último encuentro.

Su poderoso físico es directamente proporcional a su cercanía y humildad. Un gran descubrimiento.

Uno de los grandes de verdad, el antidivo por excelencia. Charlar con él es como una sesión de deliciosa terapia.

Guapo hasta rozar la perfección. Irónico, expresivo, educado. Un hombre con luz.