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Es cierto que no hay nada como la casa de uno, pero también es cierto que es un lujo encontrar un lugar en el que te hagan sentir como en tu propio hogar. Galicia es mi tierra, Pontevedra mi ciudad natal. A ella regreso siempre que tengo ocasión, menos veces de las que me gustaría – eso es verdad- pero, cuando consigo encontrar unos días para desconectar y empaparme de la familia, no hay nada como recuperar las raíces, recordar los olores de infancia, pasear por esas calles de las primeras juergas, revivir en la memoria esos momentos que se convirtieron en únicos y recobrar las experiencias que nos han hecho lo que hoy somos…
Que Galicia -aunque pequeña, muy variada- es un paraíso por descubrir, es una realidad incluso para los que hemos nacido allí. Cada corredoira (camino rural) esconde detrás de sus árboles y campiñas pequeños tesoros, reconvertidos en casas rurales que te transportan a las auténticas raíces y costumbres de esa tierra, que tanto echo de menos cuando estoy lejos de ella, que es mucho más tiempo del que quisiera.
Por casualidades de la vida, hace unos años me hablaron de una casita rural en Meis (Pontevedra), tan sólo diez minutos del centro de la ciudad. Me extrañó no conocer ese refugio y, después de pasar unos días allí, me arrepiento de no haberlo descubierto antes porque es un verdadero remanso de paz. José Luis Vilanova y su mujer Verónica (interioristas de profesión) son los auténticos artífices de ese lugar, que se ha convertido en mi punto de referencia para tocar la tranquilidad con la punta de los dedos, alcanzar la serenidad necesaria para escribir en calma y conseguir que la inspiración me coja trabajando.
“Novavila” es un palacete gallego reconvertido en casa rural. Tiene solamente cinco habitaciones, decoradas cada una de manera diferente. El enclave privilegiado en el que se encuentra, en plena campiña pontevedresa, te hace escuchar el silencio. Allí me siento como en mi propia casa. Sus anfitriones hacen todo lo posible para que eso ocurra, pero yo no soy la excepción. Todo el que allí se aloja acaba convirtiéndose en asiduo visitante.
En esa casa encontré, por azar, una de las cosas que más me gustan en la vida: las velas. Lo sé, me repito como el ajo. Soy una adicta al ambiente que se crea con ellas encendidas en casa. He llegado a traerme cargamentos de ellas en mis viajes por el extranjero y me considero una buena experta en el tema. Tengo, lógicamente, debilidad por determinados olores (vainilla, canela..) pero, desde que entré por primera vez en esta casa rural, me convertí en fiel consumidora de la vela “Novavila”, algo que os digo siempre.
Creada por el propio José Luis, asesorado por un perfumista y un cerero, esta vela es única en el mundo. Está creada a raíz de la Carta de Cata del Albariño, con la mezcla de olores del pexego gallego (fruta entre el melocotón y el albaricoque), manzana verde, vainilla y hierba fresca. Lleva un 10% de esencia de perfume (porcentaje muy superior al habitual) por lo que la vela huele incluso apagada.
Su venta es directa en la web de la propia Novavila (www.novavilariasbaixas.com ) y en Valencia VM the shop. Como sé que los amantes de los buenos olores estarán conmigo en que no han encontrado una vela igual, me he propuesto dar a conocer el olor de mi tierra a todo aquel que me quiera oir y leer. Así que, como nunca me habeis fallado, cuento con vuestra ayuda incondicional. Os aseguro que las pituitarias os lo van a agradecer y vuestras casas se convertirán en imanes para las visitas. Es un riesgo, lo sé…pero ¿por qué no intentarlo?